• Retuerta del Bullaque
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Discurso XIX fiesta de los Montes



PALABRAS DE HOMENAJE A LOS INICIADORES DE LA EMANCIPACIÓN MUNICIPAL DE LOS PUEBLOS MONTEÑOS

(DISCURSO REALIZADO POR VENTURA LEBLIC)

Buenas tardes:

Sr. Obispo de C. Real, Sr. Párroco, Sr. Alcalde, Sr. Consejero, Directores y Delegados Provinciales de Ciudad Real y Toledo, Señores diputados regionales, señores diputados provinciales de Toledo y Ciudad Real, señores alcaldes y concejales, amigos de los Montes y vecinos de Retuerta.

Iniciamos en estos momentos un acto histórico a la vez que simbólico. Celebramos en el mismo lugar que lo hicieron nuestros antepasados, una llega. Estos muros acogieron durante varias centurias las reuniones de los representantes de los pueblos de los Montes, agrupados en un principio en una Hermandad que después de 1246 tomó el nombre de Toledo, como el resto del territorio monteño. Esta Hermandad conocida como "Vieja" para diferenciarla de la fundada por los Reyes Católicos, fue creada para guardar los Montes de salteadores, bandoleros y permitir el libre desenvolvimiento de la acción repobladora. Sus miembros fueron hermanos, o representantes de los intereses ganaderos y apicultores en el territorio y cuadrilleros, representantes de las siete cuadrillas en que fue dividida la comarca, que era vecinos de los Montes.

En el año 1300 celebró la primera llega conocida junto al río Estena, la Hermandad Vieja de Toledo, en el lugar que hoy ocupa Navas de Estena. Pocos años más tarde buscando la mayor eficacia en la persecución de los golfines y llevar la paz al territorio, se unieron las hermandades de Toledo, Talavera y Ciudad Real en otra llega celebrada como las anteriores en un descampado junto al Estena. De esta manera las llegas fueron unos verdaderos ancontecimientos sociales en la vida de los Montes, que dieron lugar incluso al nacimiento de pueblos, como Navas de Estena y quizás Retuerta.

Durante el siglo XIV se reunieron cada año en el lugar señalado, salvo en aquellas ocasiones que lo impedían las pestes o las guerras. En el siglo XV se fueron distanciando y reuniéndose en distintos lugares como Las Ventas con Peña Aguilera, San Pablo, Retuerta y El Molinillo. En este último lugar, se abandonó la tradicional costumbre de celebrarlas en descampado, pasando la interior de las iglesias. Era algo frecuente, como ustedes conocen, el reunirse en los recintos eclesiásticos para tratar asuntos civiles; cito como ejemplo las cortes celebradas en Toledo o en otras ciudades, siempre en el interior de las iglesias, costumbre que nos remonta a la iglesia hispano visigoda con los concilios toledanos; por no alejarnos mucho de nuestro entorno geográfico.

Las llegas posteriores al siglo XVI, son más escasas y en la centuria siguiente, sólo conocemos las que se reunían exclusivamente los representantes de los dieciséis pueblos de los Montes, que hoy denominamos Zona Histórica de la Comarca, bajo estas cubiertas del templo parroquial de Retuerta, que les acogieron hasta el siglo XIX, donde tras un sencillo ritual y misa por los procuradores del común difuntos, comenzaba una reunión puramente civil. A esto me refería al comentarles que hoy celebramos un acto histórico que enlaza con la costumbre de muchos siglos en la historia civil y eclesiástica de España.

Por todo ello quiero agradecer al señor obispo de Ciudad Real y al párroco de Retuerta la deferencia que han tenido con nosotros para prestarnos esta santa casa que representa todo un símbolo para la historia de los Montes de Toledo y sus instituciones, puesto que fue nuestro pequeño "parlamento", que aún preside San Bartolomé al que ya nos gustaría interrogarle sobre muchos episodios y donde hoy nos reunimos también a parlamentar y recordar un hecho que desencadenó una revuelta campesina apoyada en la Constitución de 1812, para conseguir que los concejos de los Montes y sus habitantes fueran considerados libres de una autoridad señorial anacrónica e iguales en derechos y deberes que los demás españoles.

La llega de 1813 celebrada en Retuerta y la rebeldía constitucional de su ayuntamiento fueron los primeros pasos que condujeron a lo largo del siglo XIX a la independencia municipal de los dieciséis pueblos bajo el señorío de Toledo durante seiscientos años.

EMANCIPACIÓN MUNICIPAL DE LOS PUEBLOS MONTEÑOS

En el año 1246 nacía un señorío solariego controvertido, contestado y aún hoy discutido. Se trata del Señorío Municipal de la ciudad de Toledo que nace por compra que hizo el concejo toledano al rey Fernando III de Castilla. El territorio incluía un millón y medio de fanegas, con dieciséis pueblos que el paso del tiempo estabilizó, cuyos límites histórico-geográficos comienzan por el E. "en la raya de la dehesa de las Guadalerzas y Montes de Malagón, hasta terminar por occidente en los estados de Valdepusa y por el N. principiando en las sierras del Castañar y Ventas con Peña Aguilera, terminando al S. en lo alto del puerto de Villarta y en el sitio llamado la Hoz del Guadiana. Tiene de oriente a poniente 17 leguas de longitud y 11 de Norte a mediodía..." Descripción que facilitaba el agrimensor D. Julián Antonio López en 1821 y copiada por Madoz más tarde.

La relación entre los vecinos de los Montes, descendientes de los primitivos repobladores, hombres libres acogidos a los fueros que favorecieron la repoblación y de los que se refugiaron en ellos buscando la libertad entre lo agreste del territorio conocidos por "golfines" y Toledo, fue siempre hostil. Ya que si bien Toledo trató de explotar las riquezas de estas tierras poco pobladas en el medievo sin cargas fiscales para sus habitantes, cuya vida ya se hacía difícil en este medio no sólo por su geografía sino por el acoso de los golfines, a partir del siglo XV comenzó a gravar a sus "vasallos" con el dozabo que suponía de cada unidad de producción deducir una para Toledo. Si a ello se añadía el diezmo para la Iglesia y otros de carácter general, las pobres economías se mantenían en un estado de pura subsistencia, provocando una situación que nunca los monteños aceptaron de buen grado por abusiva. Si a esto añadimos que sus apelaciones judiciales debían hacerse ante un juez que nombraba Toledo entre sus regidores, la situación de indefensión era patente ya que Toledo se convertía en juez y parte de cualquier demanda. Por lo que en numerosas ocasiones saltándose al juez impuesto por Toledo, denunciaron ante la justicia ordinaria el comportamiento de la Ciudad, origen de los numerosos pleitos mantenidos entre monteños y el ayuntamiento toledano a lo largo de los siglos.

Toledo trató de regular la convivencia con sus "vasallos" firmando con ellos una Concordia en 1578, que también incumplió continuamente, pese a las quejas de los monteños.

En esta situación los habitantes de la comarca no encontraron condiciones favorecedoras para su desarrollo económico y social, ya que como hemos visto la fiscalidad y las condiciones impuestas, impidieron toda evolución, de tal manera que su población siempre fue muy baja no superando los diez mil habitantes hasta el siglo XVI y los doce mil en el XVIII. Es a partir de la independencia de Toledo en el siglo XIX cuando la población aumenta coincidiendo con los repartos de tierra, su cultivo y explotación por los vecinos. En ello podemos descubrir una relación entre la desaparición de la administración medieval anacrónica y el comienzo del desarrollo moderno de la comarca, con la potenciación de la agricultura. Momento que nos lleva a principios del siglo XIX. Mientras que el ayuntamiento toledano está dominado por la ocupación militar francesa, la comarca de los Montes defiende a la Junta Central, con las guerrillas que la respaldan, circunstancia que distanciará a los monteños del control directo de la ciudad durante algunos años, en los que se van a introducir cambios sustanciales en al política española, con la aparición de nuevos decretos desde Cádiz y la promulgación de la primera Constitución.

Por la abolición de los señoríos de 1811 los pueblos se consideraron administradores de sus propios términos y destinos planteándose la cuestión sobre el carácter del dominio de Toledo sobre el territorio comarcal. Y aunque esta situación jurídica se merece un estudio aparte, nos interesa conocer, que en nuestra comarca histórico-geográfica la Ciudad ejerció un dominio de propiedad por la compra de 1246 formando un señorío solariego, y aunque no hay duda de la existencia de bienes particulares, dehesas boyales y de pequeños términos de dominio comunal, tampoco la hay sobre que Toledo no ejerció facultades jurisdiccionales hasta fechas muy posteriores a la compraventa señalada, por lo que se ha puesto en duda que aquel acto transacional llevase implícito la jurisdicción que posteriormente ejerció la Ciudad, con la rebeldía y contestación a través de los sucesivos pleitos interpuestos desde el siglo XIV, por los pueblos monteños.

El movimiento emancipador de nuestros concejos, apoyándose en las le­yes abolicionistas, rechaza la propiedad de la Ciudad sobre los Montes, afirmando que los vecinos son los legítimos propietarios del territorio, ya que el único requisito a cumplir sería la devolución a Toledo del costo de la compra, del que su Ayuntamiento, decían, durante seiscientos años ya se había resarcido con creces. Así pues la relación señorial-feudal entre Toledo y los Montes, debía ser abolida y la dominical o propietaria, debía ser transformada en propiedad particular, según las disposiciones de 1811, 1823 y 1837.

El 5 de septiembre de 1813, se reunieron en Retuerta los procuradores de las justicias de Ventas con Peña Aguilera, San Pablo, El Molinillo, La Retuerta, Arroba, Alcoba, Fontanarejo, Navalpino, Hontanar y Navahermosa, acordando elevar un manifiesto al Rey en representación de los dieciséis pueblos de los Montes, en el que exponen sus deseos de ser reconocidos como "ciudadanos de la Monarquía y no vasallos de Toledo" y "ser villas realengas independientes de Toledo" y ofrecen entregar a la ciudad la misma cantidad que pagó a Fernan­do III, y eligen a cuatro representantes que firman el documento.

Toledo al tener conocimiento de la "proclama" se dirige al Rey "quejándose en forma de los atentados y procedimientos de los cuatro que firman" el documento a quienes califica de "seductores y perturbadores de la tranquilidad y sosiego que debe reinar en todo tiempo" llamándoles insubordinados, desobedientes y provocadores de desórdenes en los Montes... "todo ello -dicen­promovido y alterado por D. Ezequiel Blanco Berdeja cura del lugar de la Retuerta, Ambrosio Martín que continúa de alcalde del lugar de las Ventas con Peña Aguilera... Melchor Alameda vecino de Navahermosa y Felipe Fernández Lancha que lo es de San Pablo..." Era el postrer grito de una autoridad que ya lo era menos y que pretendía cerrar los ojos a una realidad que imponían los tiempos modernos cargados con nuevos aires de libertad y justicia. Siendo éste el primer acto formal en solicitud de la emancipación, reconocida por la Constitución de 1812.

Arremetió Toledo contra el cura de Retuerta, quejándose al Arzobispado por inmiscuirse en asuntos civiles. Contesta el párroco que la "petición" de independencia al Rey era continuación de otro intento promovido en 1791, arguyendo que firmó el manifiesto a ruego de sus feligreses presentes, a la vista "de la grande miseria en que se halla reducido hoy la Retuerta" entendiendo que la emancipación de Toledo, supondría mejorar la vida de los habitantes de los Montes. No obstante tuvo que obedecer a sus superiores.

Pero al año siguiente, tomó el relevo del párroco de Retuerta, el nuevo ayuntamiento del lugar compuesto por Nicolás Iglesias, alcalde, Gregorio Alonso, Sandalio Martín y Romualdo Rodríguez, quienes el 3 de abril suscriben un documento de pura rebeldía constitucional que envían al consistorio toledano en el que afirman que "el Ayuntamiento del lugar de Retuerta de los Montes se halla revestido de las mismas facultades, autoridad y representación que el de la ciudad de Toledo" y afirma que "no reconocen la autoridad de los guardas de Toledo" ni los "despachos cobratorios del dozabo" y continúan diciendo que "si hasta ahora por un efecto de la gran moderación del alcalde de Retuerta, no se ha procedido contra el cobrador del dozabo, si otra vez viniese con semejante comisión extendida en semejantes términos, se le hará el competente sumario y se le juzgará según las nuevas leyes constitucionales". Alegaban la abolición del tributo por el decreto de 6 de agosto de 1811, que Toledo ignoraba o lo interpretaba a su favor y conminaban a la Ciudad diciendo: "... por lo tanto dejese Toledo de incomodar a Retuerta sobre un tributo tan gravoso y que gracias a las Cortes, esta ciertamente exonerada desde el 6 de agosto de 1811 y más clarito desde el 13 de julio de 1813 en cuyo Real Decreto al capítulo 3° ... concluye toda duda... Los montes y arbolados del alcabalatorio de Retuerta son del común de sus vecinos desde el 6 de agosto de 1811 y de ningún modo pertenecen a V.S. (Toledo), por lo que no pueden venderlos, ni arrendarlos, ni aquí se reconocen guardas para efecto algu­no..." Iniciaba así Retuerta su autonomía municipal, de manera contundente, aunque, el camino fue insospechadamente más largo para todos los pueblos. La vuelta del absolutismo paralizó las reivindicaciones monteñas, que se retoman en el paréntesis liberal. Tras una nueva Llega, quizás la última de los pueblos de los Montes, dan poder a Santiago Antonio Arroyo, alcalde de Navalmoral de Toledo y a D. Miguel Azaña presbítero natural de Los Navalucillos, para dirigirse en su representación a las Cortes, el 28 de octubre de 1820, "en reclama­ción de la libertad de sus propiedades y derechos". Las Cortes reconocieron la extinción del señorío y sus consecuencias, devolviendo la jurisdicción a los pueblos monteños, aunque una Real Orden de 1827 reconoció que la propiedad de los Montes era de Toledo y sus vecinos no podían acceder a ella si no era mediante un censo enfitéutico o arrendamiento. Después vendrían las leyes desamortizadoras de 1855 y 1856 que forman otro capítulo complejo de nuestra historia, pero ya libre el territorio de la autoridad toledana.

Después de 150 años, Toledo y los pueblos del viejo señorío, han vivido en el olvido de la historia. Hoy cada pueblo goza de su propia identidad administrativa, pero sus raíces no están en otro lugar que en el común de los dieciséis pueblos y los episodios relatados forman parte de un pasado no tan lejano, que esperamos recordar sólo en aquello que nos ayude a unirnos y a fortalecer la solidaridad para luchar por el desarrollo de nuestra comarca, teniendo como ejemplo a quienes iniciaron la búsqueda de una primavera donde, como decía Machado, nos encontremos todos, y añadimos: los del monte y los del llano, los de este lado y los del otro, soñando caminos y derribando murallas, con un bello propósito de progreso para nuestra comarca.

Texto obtenido de la revista de Estudios Monteño


Llega celebrada en Retuerta del Bullaque en 1.996